En 1900, el pintor y grabador nuremburgués Wilhelm Ritter (1860-1948) entregó a su ciudad esta imagen medieval de la misma titulada “Tríptico de Nüremberg”, realizada mediante la técnica de témpera gouache y acuarela sobre papel; la obra le fue encargada para la Exposición Universal de París de aquel mismo año y ahora forma parte de la colección artística del Museo Municipal de la ciudad alemana.
Con poco más de medio millón de habitantes, Nüremberg es la ciudad más grande de Franconia, región del sur de Alemania localizada en el Estado Libre de Baviera, y la segunda más grande después de su capital que es Münich. Situada a orillas de río Pegnitz, está rodeada de preciosos bosques de abetos, pinos y hayas, así como campos de cultivo de hortalizas y de frutales.
En el cuadro central del tríptico contemplamos una vista parcial de la urbe, que parte de un primer plano de la plaza del Mercado principal y culmina con una panorámica del promontorio donde se ubica el complejo del castillo imperial. El primer documento histórico en el que aparece el nombre de “Noremberc” (unión de nuorin, rocoso, y berg, montaña) es un pergamino de piel de 27×27 cm escrito en latín y conocido como el “certificado de Sigena”, expedido el 16 de julio del 1050 por Enrique III el Negro (1017-1056), emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Hay datos que confirman que, desde el siglo XI hasta el XVI, el castillo de Nüremberg ha sido residencia ocasional de emperadores y sede de algunas Dietas Imperiales; de hecho, en la Bula de Oro (1356) se recoge que allí debía celebrarse la primera del emperador recién elegido.
Las murallas defensivas de la ciudad han sufrido sucesivas ampliaciones, perteneciendo las actuales a la tercera construcción, iniciada hacia 1325 y finalizada en 1452; recorren 5 Km de extensión y conserva 80 torres. Sus modificaciones no solo se han debido al aumento de población sino también a que la ciudad custodiaba –desde 1424 hasta 1796– los símbolos de la corona y las joyas imperiales. Las cuatro torres y puertas principales (Laufer Tor, Frauen Tor, Spittlertor y Neutor), junto a fosos y terraplenes del perímetro, protegían la ciudad de intrusiones y asedios enemigos procedentes bien de los bosques cercanos bien del río, que dividía la ciudad en dos barrios conocidos por la iglesia sita en cada uno de ellos: San Sebaldo y San Lorenzo. Como era característico en el medioevo, aparece una calle principal que parte del castillo y que reúne a los edificios más relevantes; pero lo que conforma el aspecto de la ciudad es el trazado irregular creado por calles estrechas de viviendas apiñadas desordenadamente.
El río ha sido perenne ruta de comunicación y de actividades comerciales, pero especialmente del siglo XIII al XV, convirtiendo a Nüremberg en un punto de transacción obligatoria en la ruta que unía Italia con el norte de Alemania (hacia los estados hanseáticos) e incluso para mercados tan lejanos como los de China e India; no debemos olvidar que desde el siglo XIV la ciudad es cuna de instrumentos científicos de alta calidad, muchos de ellos relacionados con la navegación (compases, astrolabios, cuadrantes, cartas náuticas o el primer globo terráqueo sin el continente americano), además de surtir metales, telas, armas y otras artesanías. Numerosos privilegios aduaneros testimonian el florecimiento cultural de Nüremberg y su expansión comercial hasta España, Portugal y sus colonias de ultramar; los siglos XV y XVI fueron la época dorada de una ciudad que llegó a monopolizar el comercio con Oriente, a ser el centro cultural más importante de Alemania y a tener entre sus hijos más ilustres personalidades como Alberto Durero, Martin Behaim, Peter Henlein, Veit Stoss o Hans Sachs.
La plaza del mercado –amplio espacio rectangular abierto en medio de una trama medieval de calles irregulares– era el centro neurálgico de la ciudad tanto por su mercado diario como por las ferias en las que comerciantes, labradores y artesanos ofrecían sus productos, además de aquellos procedentes del comercio a larga distancia. Este espacio público estaba rodeado de edificios importantes como la iglesia, el ayuntamiento y algunos palacios urbanos donde residían los grandes mercaderes; en ocasiones, el mercado era también lugar de fiesta con actuaciones de comediantes, juglares y otros artistas que pasaran por la ciudad.
El panel lateral izquierdo del tríptico muestra un detalle de la ciudad con el patio de la posada el “Ganso de oro”, donde apreciamos la estructura de estas casas altas, normalmente de tres pisos: el primero de piedra, donde se ubica el taller o tienda, y los siguientes destinados a vivienda; al ser construcciones en las que predomina el entramado de madera y que generalmente suelen estar muy próximas, los incendios se propagaban entre ellas con facilidad.
En el lateral derecho vemos cómo el río también servía para el abastecimiento diario de agua, o como lugar para hacer la colada e incluso espacio donde verter los desechos; en las ciudades medievales era patente la escasa higiene de las vías públicas, donde proliferaban pulgas y ratas atraídas por los desperdicios que se iban acumulando y que las iban convirtiendo en focos de enfermedades letales como cólera, tifus o peste.
La torre cuadrada que vemos en la orilla norte del río formaba parte de la primera fortificación de la ciudad, pero con la expansión de las murallas perdió su función y fue transformada en prisión; un puente cubierto –que también era la vivienda del verdugo de la ciudad– la une con la torre del verdugo, donde eran torturados y ajusticiados los condenados.
Es importante señalar que casi el 90% de la ciudad antigua de Nüremberg fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, pero la mayor parte de sus edificios históricos han podido ser reconstruidos con los restos recuperados y siguiendo los planos originales que se conservaban.
Pedro Castañón López