04/30/12

NÁPOLES (Domenico Gargiulo, 1654)

Esta obra, que pertenece a la colección de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, en Sevilla, representa la Plaza del Mercado o Piazza del Carmine de Nápoles, hacia 1654. Durante años se atribuyó erroneamente a Angelo María Costa pero su autor es Domenico Gargiulo, como indica su firma en el borde inferior derecho: “DG”. Recientemente ha sido exhibido al público en el Museo Thyssen de Madrid, en el marco de la interesante exposición titulada «Arquitecturas pintadas». 

Se trata de un cuadro de perspectivas urbanas muy característico de la pintura barroca italiana, que puso de relieve el enorme protagonismo de la vida urbana y de las actividades sociales durante los siglos XVII y XVIII. En el cuadro se muestra con gran detallismo y variedad cromática no sólo el aspecto que tenía esta céntrica plaza napolitana sino también la bulliciosa actividad humana que se desarrollaba allí los días de mercado. El espacio está plagado de tenderetes, vendedores, compradores, personajes realizando oficios de todo tipo, animales, carruajes y un sin fin de objetos que le convierten en el centro de la vida popular de aquella época.

Urbanísticamente, el perfil de la plaza es rectangular, cerrado por construcciones bien alineadas en el margen derecho y más abierto a la izquierda. Las calles que llegan a la plaza son anchas y rectas, herederas del planeamiento regular grecorromano y las reformas urbanísticas producidas en Nápoles durante el Renacimiento y el Barroco. Destaca la calle que vemos en perspectiva, al fondo, junto a la iglesia de Santa María del Carmine. La composición, además, resulta espectacular por la presencia del volcán Vesubio en el horizonte.

En cuanto a las edificaciones, la mayoría disponían de un espacio público en la planta baja, dedicado a tienda o taberna, mientras que la residencia se situaba en las plantas superiores. En la margen derecha se puede apreciar la larga serie de cobertizos y mostradores que sobresalen de los edificios. En las terrazas superiores, por contra, se distingue la ropa tendida al sol, haciendo referencia al ámbito privado o doméstico.

Esta plaza, fue además, el escenario de numerosos acontecimientos históricos especialmente significativos para la ciudad, como la decapitación del rey Corradino de Suevia en 1268, o la violenta represión que siguió a la sublevación de Masaniello contra los españoles en 1648. En el aspecto monumental, destaca la mencionada iglesia del Carmine al fondo, la capilla funeraria del rey Corradino en el ángulo izquierdo, y la fuente central, mandada construir por el conde de Ognate, virrey de Nápoles, en el año 1653.

Josué Llull Peñalba

04/25/12

ALCALÁ DE HENARES (Anton van der Wyngaerde, 1565)

Esta imagen es un dibujo realizado en el año 1565 por el pintor flamenco Anton van der Wyngaerde, conocido en España como Antonio de las Viñas. Forma parte de una serie de vistas de las principales ciudades de España, encargada por el rey Felipe II. El objetivo de esta serie era formar una especie de atlas de las posesiones de la monarquía hispánica, así que la intención de la obra no es únicamente paisajística sino también política.

Alcalá de Henares aparece representada desde su acceso por la carretera de Madrid. Es claramente visible la línea amurallada que cierra por completo la ciudad, así como una gran cantidad de torreones defensivos y algunas de sus puertas, destacando en primer plano la antigua Puerta de Madrid. La morfología y estructura son, por tanto, de carácter plenamente medieval, a pesar de que en las fechas en que se realizó el dibujo ya se había fundado la prestigiosa Universidad de Alcalá, paradigma del Humanismo renacentista.

Este hecho motivó que la ciudad cambiara sus funciones y usos del suelo. Durante la Edad Media, Alcalá fue un burgo comercial bien defendido por sus murallas, en el que judíos, moros y cristianos coexistieron en barrios diferenciados, ocupado cada grupo en sus oficios tradicionales. Pero con la llegada de la Edad Moderna, se convirtió en una ciudad universitaria en donde las actividades académicas y culturales fueron las más representativas.

Desde el punto de vista histórico, uno de los aspectos más interesantes de la evolución urbanística de Alcalá es que se trata de una «ciudad viajera», con emplazamientos diversos hasta su definitiva configuración. En los cerros próximos al río Henares se han encontrado testimonios arqueológicos de asentamientos prehistóricos. Sin embargo, la Complutum romana se asentó en el valle, en la confluencia de los ríos Henares y Camarmilla. La decapitación de los Santos Niños Justo y Pastor, en el denominado «Campo Laudable», determinó la construcción de un pequeño templo martirial a principios del siglo IV, a las afueras de Complutum. Sobre este templo martirial se construyó siglos más tarde una iglesia, después convertida en colegiata y finalmente en Iglesia Magistral, en torno a la cual se desarrolló durante la Edad Media el llamado Burgo de Santiuste. Antes, entre los siglos VII y XII, los musulmanes habitaron otra vez los cerros, construyendo el castillo de Al-Qal’at abd al-Salam, de cuyo nombre deriva Alcalá.

Durante los siglos XII y XIII coexistieron así dos ciudades, una guarecida en el castillo musulmán y otra el burgo medieval, que acabaría imponiéndose como la localización definitiva del poblamiento humano. La imagen de Wyngaerde muestra precisamente la forma que tenía la ciudad al principio de la Edad Moderna. Su morfología, en parte radiocéntrica y en parte irregular, así como sus funciones comerciales y académicas, se mantuvieron inalteradas durante siglos.

Es cierto que en el Barroco se desarrollaron algunas reformas interiores, como la apertura de plazas y la construcción de numerosos edificios emblemáticos, principalmente colegios-conventos universitarios. Pero el desarrollo y expansión definitiva de la ciudad más allá de sus murallas no tuvo lugar hasta finales del siglo XIX. Entonces la ciudad se volcó hacia los terrenos que ocupan la izquierda de la imagen, por donde pasó la vía del ferrocarril. En esa zona se contruyó un gran parque público, el cementerio y una serie de palacetes y villas de recreo burguesas que darían lugar a unos pequeños ensanches, ya en el siglo XX.

Josué Llull Peñalba