DAMASCO (Georg Braun y Franz Hogenberg, 1588)

Damasco, capital de la República Árabe de Siria situada al suroeste de esta y segunda ciudad más grande de ella después de Alepo. Cuenta con más de seis mil años de historia desde sus primeros asentamientos, una de las ciudades más antigüas del mundo habitadas ininterrumpidamente, factor que constituye su amplia mezcla de culturas y épocas.

Este grabado recuperado de la web Historic Cities, que representa la vista de la ciudad de Damasco en 1588, forma parte de la obra Civitates Orbis Terrarum (1572-1618), proyecto editorial creado como complemento o ampliación del considerado como primer atlas moderno, el Theatrum Orbis Terrarum (1570). Que se acabó transformando en la recopilación más completa de planos y vistas panorámicas de ciudades que adjuntaban textos descriptivos de las mismas, publicada en el transcurso de la Edad Moderna.
La publicación y redacción de los textos asociados a los grabados fue llevada a cabo por el teólogo y canónigo de la catedral de Colonia Georg Braun (1541-1622), principal impulsor de la obra.
Aunque fueron muchos los colaboradores que formaron parte de la realización de la obra, la mayoría de grabados de ella nacen de la mano de Frans Hogenberg (1535-1590), renombrado grabador a buril y aguafuerte y cartógrafo flamenco del que proviene este grabado en concreto.
El grabado calcográfico o estampación en hueco, técnica de impresión utilizada en esta obra, se basa principalmente en la realización de una serie de incisiones en una plancha originalmente de cobre, que se emplearán para contener la tinta que posteriormente se estampará y adherirá al papel. La intensidad tonal de la obra vendrá determinada por la profundidad de los surcos realizados en la plancha, al ser lo que determina la cantidad de tinta que se va a poder depositar. Por el contrario, podemos apreciar que la variedad de tonalidades de la época se centraba únicamente en marrones, azules y verdes generalmente.
El autor, conseguía infundir a las obras un enfoque real recurriendo a un moderno estilo pictórico que hacía uso de las reglas de la perspectiva, la combinación de planos en dos y tres dimensiones y las perspectivas a vista de pájaro.

La también llamada Ciudad del Jazmín o Paraíso de Oriente por su gran belleza, se encuentra emplazada estratégicamente a modo de defensa entre el Monte Qasioun (es mencionado en varias ocasiones en el Antiguo Testamento y en los libros medievales árabes se cita como el sitio donde Caín mató a Abel), una de las montañas que forma parte de la cadena montañosa Antilíbano, y el desierto de Siria, donde bajo el Imperio Bizantino fue una importante base para vigilarlo.
La cordillera del Antilíbano es la frontera natural que separa Siria de Líbano, países entre los que encuentra. Tiene una longitud aproximada de 150 kilómetros y discurre paralela a la franja costera del Mediterráneo. En ella, los cambios de paisajes están directamente relacionados con las diferencias de altitud, el área es reconocida por sus albaricoqueros y cerezos, así como por sus canteras de piedra y su abundante bosque de cedros. Los primeros en explotar y establecer comercio con su madera fueron los fenicios, que asentaron allí sus aldeas y usaron la madera de cedro para construir barcos para navegar por el Mediterráneo.
Esta cordillera es una cadena montañosa de gran relevancia en la región, causa de multitud de disputas tribales por tener gran valor protector para la población local.
Al borde de Damasco encontramos de igual forma la llanura fértil llamada Guta, en un ramal de la ruta terrestre de la seda, donde iban venecianos y genoveses al encuentro de las caravanas. Esta llanura fue explotada con la llegada de los arameos que vieron su gran potencial agrícola desaprovechado. El río Barada que fluye a través de la ciudad, sirvió de abastecimiento para este pueblo que construyó canales y túneles que maximizaron su eficiencia. Este red fue mejorada posteriormente por los romanos y los omeyas y continua siendo la base del sistema de agua de la parte antigüa de la ciudad hoy en día.
El clima también ayudó a que estas explotaciones agrícolas prosperasen, ya que debido al efecto de sombra orográfica que las montañas del Antilíbano proporcionan a la ciudad, junto a las corrientes marinas provenientes del Mediterráneo, Damasco posee un clima árido, con veranos secos y calurosos sin demasiada humedad e inviernos suaves y relativamente lluviosos.

Una muralla fortificada de edificación romana de unos 6 km de longitud, de la que aún se conservan ocho de sus puertas, rodea la ciudad. Fue reforzada dos veces a lo largo de los años, la última después de la conquista árabe por Nur al-Din para defender la ciudad de los ataques de los cruzados. En la actualidad es la encargada de delimitar lo que es conocido como la Ciudad Vieja de Damasco, espacio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, donde se puede disfrutar un despliegue arquitectónico colosal de minaretes y cúpulas de las más de doscientas mezquitas existentes en él, la mayoría pertenecientes al arte islámico.

La representación de Hogenberg de las calles y construcciones de Damasco tan holgadas entre sí, es solo un intento de facilitar la apreciación de la distribución de la ciudad a simple vista, ya que realmente el plano urbano es bastante más irregular y amontonado. Y aunque el trazado de las calles no sigue una directriz concreta, sí existe una calle principal, la Vía Recta, que atraviesa la ciudad de un extremo a otro y es la arteria primordial donde se desarrolla la actividad comercial. Hoy en día, la Vía Recta corresponde al zoco cubierto Midhat Pasha, de gran renombre en Damasco, y a la calle Bab Sharqui, llena de pequeños comercios que conduce al barrio cristiano.
Si bien la ciudad ha mantenido su carácter islámico desde la época de los Omeyas, conserva a la vez en su plano huellas romanas y bizantinas visibles, como por ejemplo, la orientación de sus calles hacia los puntos cardinales.

Se situó como núcleo de una próspera industria artesanal especializada en la fabricación de espadas y encajes durante la Edad Media, que desarrollaba su ocupación en sus tan conocidos zocos ubicados mayoritariamente en la ya nombrada Vía Recta. También vía de paso de los caravasares, al ser Damasco durante siglos parada necesaria de aprovisionamiento y descanso para las caravanas que iban de camino a la Meca. A día de hoy esta calle sigue estando repleta de comercios, con la diferencia de que muchos de ellos están dedicados a objetos de latón y mosaicos de madera. La importancia de Damasco como una ciudad de paso era evidente si reparamos en las rutas comerciales del sur de Arabia, Palmira, Petra y las Rutas de la Seda de China. Derivó de esto una mayor estabilidad de la ciudad y beneficios que aportó el comercio de incienso y sal con Arabia.

Su trascendencia religiosa, ya que llegó a convertirse en uno de los centros más importantes en la propagación del pensamiento islámico en el mundo musulmán, deriva de diversos motivos. Por su relevancia como punto de partida para una de las grandes caravanas de peregrinación a La Meca, fue tenido en mayor consideración de lo que otros motivos podrían justificar. Las financiaciones a instituciones religiosas donadas por los turcos selyúcidas también impulsaron la expansión de la vida religiosa en la ciudad.
Todo esto, a la vez, fue potenciando los importantes hechos religiosos acontecidos entre sus muros, tales como, la residencia en sus barrios de algunos apóstoles como San Pablo y Tomás el Apóstol según los Hechos de los Apóstoles y el nacimiento también de varios papas en ellos, como Juan V y Gregorio III.

Entre sus numerosos monumentos, destaca sin duda la Mezquita de los Omeyas como el símbolo de Damasco, construida en el siglo VII encierra sus principales etapas. Sigue siendo lugar destacado de peregrinación y uno de los lugares más sagrados del Islam. Su plano arquitectónico influenció los de otras muchas mezquitas. Su colosal patio de 122 metros de largo, ofrece exquisitas decoraciones como la del tesoro, construcción erigida sobre columnas usada para almacenar el oro del Estado.
Frente a ella encontramos otro de sus atractivos turísticos, la tumba de Saladino, firme defensor de la Tierra Santa durante la época de las cruzadas.

Gracias a la abundancia de sus riquezas culturales cuenta con gran potencial para la industria turística, aunque hasta ahora ha sido poco explotado.
El Estado es el administrador de la mayoría de sus fábricas industriales, que trabajan textiles, procesamiento de alimentos, cemento y varias industrias químicas.
En la actualidad, la mayoría de bienes producidos en la ciudad se destinan a los países de la península arábiga. El papel histórico que Damasco desempeñó como un importante centro comercial ha cambiado en los últimos años debido al desarrollo político en la región, así como su evolución del comercio moderno.
En el presente, Damasco se sigue estableciendo como un importante centro cultural y religioso del Levante Mediterráneo. Es la sede del gobierno central y de todos los ministerios del gobierno.

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