ATENAS (Leo von Klenze, 1846)


Esta imagen es una recreación de la acrópolis de Atenas realizada por Leo von Klenze, que fue un importante arquitecto y pintor. Es una obra representativa del neoclasicismo alemán, que imitó los modelos de la arquitectura griega clásica, por ejemplo en el edificio del Walhalla, un templo neoclásico edificado por el propio Von Klenze sobre un montículo en Ratisbona a orillas del Danubio, que es una copia perfecta del Partenón de Atenas.
La pintura se encuentra en la galería Neue Pinakothek en Munich, y es considerada una interpretación bastante fantasiosa, que combina la recuperación de la Antigüedad Clásica con la mitología y el paisaje. El paisaje neoclásico recreaba un tipo de naturaleza idílica, poblada por restos arqueológicos. Estas obras eran bastante idealizadas, y representaban volúmenes de formas geométricas con una luz clara y fría, sin renunciar al claroscuro. Técnicamente eran impecables, dando lugar a un acabado esmaltado, donde difícilmente se apreciaban las pinceladas. Aunque esta representación de Atenas sigue en efecto ese carácter idealizado y muy bello, con ella podemos ejemplificar algunos aspectos del urbanismo griego, y en particular del concepto de ¨acrópolis¨.
La civilización griega tuvo tres grandes etapas: Arcaica, Clásica y Helenística. En la Época Arcaica ya existía un concepto urbano según el cual la ciudad era la capital de un Estado y debía contener todos los edificios y servicios que hacen función al mismo: lugares para el culto, teatros, estadios, altares para venerar deidades, una fortificación que aseguraba la defensa, una gran plaza o ágora que servía de lugar de mercado o de asamblea política, fuentes para suministro de agua, edificaciones para organismos judiciales y administrativos, etc. Aún así resulta curioso que una civilización como la griega, que era esencialmente urbana y racional, tuviera inicialmente un desarrollo urbanístico irregular, con calles estrechas y casas que se construían sin orden, en línea con anteriores caminos e intentando adaptarse al terreno. Este tipo de urbanismo cambia radicalmente a partir del siglo V a.C. En la Época Clásica, la ciudad empezó a organizarse por medio de un trazado urbano ortogonal o en cuadrícula. Además, cobró mayor importancia el ágora, que era la plaza pública, y la acrópolis, que era una especie de ciudadela elevada dedicada a los templos y a edificios emblemáticos como el Aerópago y Pnix, confeccionados como puntos visuales y de encuentro.
Un gran problema en algunas ciudades como Atenas, Esparta, Argos o Tebas es que no estaban construidas junto al mar. Esta característica hubiese sido muy importante para su economía y subsistencia, pero estaban prudentemente separadas del mar por el mal recuerdo de los asaltos piratas de la Edad Oscura (1100-750 a.C.). Lo que en un principio pudiera ser una ventaja acabó siendo una desventaja, porque la deslocalización del puerto supuso un incremento de los costes por el transporte terrestre y la correspondiente incomodidad de tenerlos que llevar a la polis. Además, el puerto debía ser defendido igualmente, y estaba alejado de la propia ciudad, así que acabó siendo un punto débil en la defensa de ciudades como Atenas. Por eso las colonias y las nuevas ciudades fueron emplazadas en zonas de puerto, por ejemplo Mileto o Alejandría. En estas ciudades ya se empleó un plano ortogonal, con un diseño de calles en ángulo recto que creaban manzanas rectangulares. Sin embargo, las ciudades antiguas como Atenas, no pudieron modificar su fisionomía y ello se aprecia en la imagen. Allí, aún con las destrucciones que ocasionaron los persas, los griegos no aprovecharon la oportunidad para rehacer totalmente la ciudad; la reconstrucción solo afectó a la acrópolis y a los nuevos barrios portuarios de El Pireo (450 a.C.), que sí se estructuraron de forma planificada. 
La Acrópolis está colocada en una meseta plana de 300 m. de largo y 150 de ancho, elevada 156 m. sobre el resto de la ciudad. Su función era esencialmente religiosa porque se encuentra plagada de templos. En cierto modo se puede idealizar como la morada de la divinidades y como un gran emblema de la polis. La construcción más emblemática de todas era el Partenón, que se fue diseñado para convertirse en el monumento más bello de la época clásica y para ser contemplado como si fuera una obra escultórica en sus todas dimensiones. En su interior albergaba la estatua de la deidad a la que rendía culto, Atenea Partenos, que fue construida en marfil y oro por Fidias.
Un templo griego no servía realmente para recibir a los fieles como hacemos nosotros en nuestros cultos religiosos, sino para guardar la estatua del dios, como sucede también con el templo de Niké Áptera, de menor tamaño pero de una gran belleza. Fue realizado para conmemorar las victorias sobre los persas en la batalla de Salamina, y albergaba una pequeña estatua de Niké (la Victoria), a la que se le habían quitado las alas (áptera), con la vana esperanza de que no abandonase nunca a Atenas. Los rituales religiosos de la Grecia Clásica se hacían fuera, alrededor del templo y los sacrificios en un altar que estaba al aire libre. Otra de las grandes funciones de estos edificios es deleitar e impresionar al espectador, por su perfecta geometría y su decoración escultórica. Por esta razón se erigían normalmente sobre una grada (estereóbato) en lo más alto de la polis. Todo en las representaciones griegas estaba conformado con absoluta armonía, simetría y proporción, hasta el más mínimo detalle. 
A la acrópolis se accedía por medio de una entrada monumental que se denominaba Propileos. Se construyó enteramente de mármol y de sus dos alas sólo se realizó una, que fue dedicada a pinacoteca; sin embargo, en la imagen de Von Klenze se representan las dos alas, de manera idealizada. La estatua central del cuadro, que en este caso es de Atenea Promacos, «la que lucha en la línea», ha sido también idealizada por su forma colosal. Se hayaba emplazada en el antiguo templo de Atenea, que fue destruido por los persas. La Atenea Promacos fue realizada por Fidias, con el diezmo del botín de los Medos de Maratón.
La belleza escultórica de la Acrópolis, emplazada en lo más alto de la ciudad con un carácter fuertemente simbólico, nos recuerda a los grandes filósofos griegos, su mitología y su importancia histórica para Occidente. Pero también es interesante desde el punto de vista urbanístico, pues es un antecedente de las ciudadelas o atalayas que se construyeron en otras ciudades posteriores. 
Mónica Calleja Pérez

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