Este grabado diseñado por Nicolas-Marie Chapuy, representa el entorno de la catedral de Valencia en 1844. Se conserva en el Museo de la Ciudad de Valencia y fue publicado en 1999 por Miguel Ángel Catalá, en el libro Valencia en el Grabado, 1499-1899, editado por el Ajuntament de València, 1999.
Nicolás Marie Joseph Chapuy (París 1790, 1858) fue un arquitecto, paisajista y litógrafo francés que estudió en la Escuela Politécnica de París, trabajó como arquitecto municipal e intervino en la restauración de importantes monumentos medievales, hasta que en 1817 se retiró por su adhesión al movimiento de Bonaparte. Más tarde, como artista independiente colaboró con arqueólogos y visitó todos los cantones del estado francés, haciendo una colección de pinturas en la que destacó los elementos naturales y culturales de cada rincón. Fue en 1842 cuando Chapuy comenzó a pintar por España, y ese es el contexto en el que se sitúa esta imagen.
En la cromolitografía, el autor recrea con una gran pulcritud y sensibilidad, una escena costumbrista de la Valencia de mediados del siglo XIX. Una ciudad laboriosa, burguesa y a la vez artesana y huertana. En primer término observamos a la pareja de huertanos que, a buen seguro, han venido a la capital para traer los productos de la huerta. El carro con las enormes ruedas era el transporte comúnmente utilizado para trasladarse de un punto a otro. Las fuerzas del orden dan un aspecto de control y de seguridad mientras los viandantes disfrutan de una mañana soleada del otoño valenciano.
La ciudad de Valencia fue fundada por los romanos en el año 138 a.C. con el nombre de “Valentia Edetanorum”. Desde el principio fue punto estratégico tanto para el intercambio comercial como para el abastecimiento de víveres al ejército, dada su ubicación en el centro de la costa mediterránea. Valencia es una ciudad marítima, se sitúa en la llanura litoral del golfo que lleva su nombre y está asentada en un altozano, sobre un meandro del río Turia. Tiene una extensión de más de 30 km. de norte a sur, y de este a oeste apenas supera los 7 km.
A mediados de 1800 la ciudad de Valencia se va recomponiendo tras los duros años de guerra contra los invasores franceses de Napoleón. Se termina la instalación de aguas potables en la ciudad, se diseña el proyecto general de ensanche y a partir de 1866 se derriban las antiguas murallas para facilitar la expansión urbana, quedando en pie únicamente las dos puertas principales de la ciudad: la Puerta de Serranos y la Puerta de Quart. En 1882 comienza a instalarse el tendido eléctrico y se genera un nuevo plan de ensanche que dará lugar a la creación de las dos grandes vías: La Gran Vía Marqués del Turia y la Gran Vía de Fernando el Católico. También a partir de 1800 se anexionan muchos municipios inmediatos a la ciudad como son los barrios marítimos o los municipios de Patraix, Orriols, Benicalap, Ruzafa, Benimaclet, Campanar, etc. En conjunto, la población de Valencia en la 2ª mitad del siglo XIX aumentó extraordinariamente de 137.960 habitantes a 213.550.
Morfológicamente, la ciudad de Valencia queda dividida por el cauce del rio Turia en dos partes. En la parte superior se sitúa el centro histórico de la ciudad con calles tortuosas y estrechas, y edificios muy juntos unos de otros. La primera ronda de circunvalación de la ciudad, que marca el perímetro de la denominada Ciutat Vella, está formada por la calle Colón, eje comercial de la sociedad valenciana contemporánea, la calle Játiva, la calle Guillén de Castro y el gran cauce lateral del rio sirve de nexo y cierre de la ronda. La siguiente circunvalación está formada por las grandes vías de Fernando el Católico y del Marqués del Turia.
La parte inferior del cauce del rio Turia fue considerada durante muchos años por los valencianos como de segundo orden ya que la mentalidad de la población era que cruzar el rio suponía vivir muy lejos. Prueba de ello fue que su expansión fue más lenta. En la actualidad, Valencia se ha expandido considerablemente tanto hacia un margen como hacia el otro del rio, y los diferentes puentes que a lo largo de todo el cauce unen un margen con otro se han convertido en ejes de comunicación vitales para la ciudad. Entre los más importantes están: el Puente de Los Serranos, enfrente de las Torres de Serranos, el Puente de San José, el Puente de Trinitarios, el Puente del Real que comunica la ciudad con el jardín de los Viveros, el Puente de la Exposición, llamado así porque comunicaba la margen superior con la Alameda donde se celebró la famosa Exposición de Valencia en 1929. Luego se construyeron otros puentes, siendo dos de los más conocidos el denominado De las Flores, y el de Calatrava.
Tras la terrible riada de 1957 en la que el rio Turia causó unos desastres importantísimos, se aprobó el Plan Sur y se construyó un nuevo cauce en el extrarradio de la unidad para prevenir futuras inundaciones. Desde entonces, el viejo cauce se ha convertido en un maravilloso pulmón para la ciudad con numerosas zonas deportivas, instalaciones multi usos y de expansión para todas las edades, destacando la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
El origen de la Plaza de la virgen, representada en esta imagen, se remonta al foro de la época romana y está situada en la confluencia de las dos grandes vías propias de toda ciudad romana: “el cardo” que aproximadamente coincide con la calle de S. Vicente, y el “decumano” que se corresponde a la actual calle de los Caballeros. La Plaza de la Virgen se sitúa pues en el distrito de Ciutat Vella, es una plaza de forma irregular aunque tiende a ser un cuadrilátero. Hoy es totalmente peatonal y los edificios más emblemáticos que la componen son los siguientes: la Basílica de la Virgen de los Desamparados, los jardines y el palacio de la Generalidad, la Casa Vestuario, que sirve de reunión a los miembros del Tribunal de las Aguas y en su fachada tiene una placa conmemorativa de la visita que S. Juan Pablo II hizo a Valencia en diciembre de 1982.
Los accesos a la Plaza son los siguientes: por el norte, la Calle Navellos donde se encuentra el palacio de Benicarló, sede de las Cortes Valencianas, y que en su último trama denominado calle del Muro de Santa Ana, se comunica con el cauce del rio Turia; por el sur, la Calle del Miguelete, que bordea la catedral y une la Plaza de la Virgen con la Plaza de la Reina; por el oeste, la Calle de Caballeros, lugar de residencia de la antigua nobleza valenciana y que acaba en la Plaza del Tossal; y por el este, la pequeña Plaza de los Coros de la Virgen que la une a la Plaza del Almudín.
La plaza acoge diferentes e importantes acontecimientos tanto religiosos como populares, entre los cuales podemos citar las reuniones semanales del Tribunal de las Aguas, delante de la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia, que aparece reseñado en la litografía motivo y núcleo de este trabajo. Este Tribunal se reúne cada jueves para tratar los conflictos entre los regantes de la Vega de Valencia por el uso de las acequias. Es el único Tribunal en el que no se escribe nada, todo es oral y en lengua valenciana. Otras actividades significativas son la Ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados que todas las comisiones falleras, Junta Central fallera, casas regionales etc.., hacen a la Virgen los días 17 y 18 de marzo durante la semana fallera. Además, el 2º domingo de mayo, fiesta de la Patrona del Reino de Valencia, se celebra la Misa de Infantes, el popular traslado de la Virgen de su Basílica a la catedral y la solemne procesión vespertina que la devolverá a su Basílica. Por último, la exposición de las Rocas o carros que toman parte en la procesión del Corpus Christi; durante todo el año, las Rocas están custodiadas en la Casa de las Rocas.
Hasta la 1ª mitad del siglo XIX el modelo de sociedad de Valencia se centraba en el modelo rural fundamentada en una actividad agrícola. En la 2ª mitad se comienza una expansión por la exportación de los cítricos que abrirán nuevos cauces a la economía. El puerto cobra relevancia, se construye la Avda del Puerto que unirá este a la ciudad. A partir de este momento, la ciudad empieza a desarrollarse más rápida que la huerta. En la sociedad se produce un cambio radical, la decadencia del clero y la nobleza dan paso a una burguesía urbana que había comprado las tierras tras la desamortización pero que era ajeno a todo lo que significaba la huerta, esto ocasionó graves tensiones con los arrendatarios que provocaron graves altercados a finales del s. XIX. Así, la agricultura, la y el sector financiero se dinamizaron por las numerosas innovaciones que se la revolución industrial trajo consigo.
Mª Amparo Prats Martínez