Esta imagen de Manresa es una xilografía o grabado en madera, realizado por Bernat Espinalt en el año 1786. El grabado explica bien la estructura de la ciudad y deja patente la importancia de la iglesia y de la defensa en la época medieval como principales factores que configuran su urbanismo. Sin embargo, lo que me ha llamado más la atención de este grabado es que a pesar de estar realizado en el siglo XVIII, la ciudad conserva plenamente su caracter medieval y, a grandes rasgos, se halla inalterada desde el siglo XIV, lo que realmente ha sido un descubrimiento para mi.
En su origen Manresa nació alrededor de una fortificación situada en lo alto del Puigcardener, cerro rocoso que se erige a orillas del río Cardener. Esta disposición le hace tener muy buena defensa. Hay que tener en cuenta que en la época de su fundación, en el siglo IX, ésta era una tierra de frontera entre los cristianos y los árabes. De hecho en el siglo X llegó a ser conquistada y destruida por los árabes. Durante el siglo XI Manresa cobró importancia por su situación fronteriza y empezo a desarrollarse. Ramon Berenguer I, Conde de Barcelona, y el Abad Oliva, obispo de las diócesis de Vic y Manresa, promovieron la construcción de la iglesia de Santa Maria en el Puigcardener, así como el primer cerco de murallas, que albergaba la plaza del mercado y las viviendas y edificios circundantes.
Durante toda la Edad Media Manresa siguió creciendo y se fueron demoliendo y ampliando las murallas hasta cuatro veces. En el siglo XIV, época de máximo esplendor de la ciudad, tuvo lugar la última y más importante ampliación de las murallas, y se empezaron las obras más relevantes que aún hoy son las señas que la identifican: la basílica de la Seu, los puentes Vell i Nou y la Sèquia que aún trae agua hasta la ciudad. Manresa pasó a tener una notable importancia religiosa y comercial, como principal centro de mercado de toda la comarca, dedicada sustancialmente a las actividades agrícolas. En la Edad Media también se construyeron gran cantidad de iglesias y conventos tanto dentro como en los alrededores de la ciudad, además de dos hospitales a extramuros, que también pertenecían a órdenes religiosas. La iglesia muestra su gran importancia social y económica a través de las edificaciones y la configuración de la ciudad en esta época.
A pesar de que Manresa dejó de ser tierra fronteriza, conservó su estructura amurallada hasta varios siglos después. Las casas se apiñaban dentro de la ciudad en una estructura irregular de callejones estrechos, algunos incluso cubiertos por cobertizos. Poco a poco, al llenarse todo el espacio, surgieron nuevos barrios que se apoyaban en las murallas y que fueron integrados por las sucesivas ampliaciones de las mismas. La ciudad sigue conservando su estructura defensiva medieval hasta el siglo XIX. Entre los siglos XIV y XVIII se realizaron varias modificaciones en las murallas, más que nada para reparar los desperfectos sufridos en distintas contiendas, pero la ciudad se mantiene durante todos estos años sin crecer apenas. No fue hasta la Revolución Industrial y el consiguiente éxodo del campo a las ciudades que Manresa volvió a crecer y desarrollarse.
Coincidiendo con la llegada de la industria, a finales del siglo XIX, y con la llegada de nuevo armamento y medios de transporte, las guerras y los ejercitos cambian y dejaron las murallas totalmente inoperantes. El ayuntamiento ordenó así la destrucción de la mayor parte de las murallas, la creación de avenidas arboladas en los espacios liberados y la proyección de ensanches y poligonos. Manresa se expandió a partir de entonces, después de varios siglos de estancamiento dentro de sus murallas.
Roger Cadevall Artigues