Nos encontramos ante uno de los lienzos más importantes de Doménikos Theotokópulos, más conocido como “El Greco” (1541-1614). En él se describe una imagen ideal de la ciudad de Toledo, con algunos cambios sustanciales con respecto a la realidad. A comienzos del siglo XVII, Toledo era todavía una ciudad muy poblada y rica, con una gran actividad artesanal (principalmente textil y espadera), pero desde hacía décadas había dejado de ser la sede de la corte y se encontraba en proceso de cambio. La obra se puede visitar en la Casa-Museo de El Greco de Toledo.
Toledo aparece ubicada sobre un promontorio rocoso, semirrodeada por el río Tajo, que abraza y protege la ciudad haciendo difícil su acceso desde época antigua. La morfología de Toledo es de origen medieval, con viviendas apiñadas, edificios de escasa altura y un trazado irregular de calles estrechas, plazas que se intercalan y callejones sin salida, como si se tratase de un laberinto. Al llegar la Edad Moderna, abandona en parte sus funciones cortesanas y desarrolla las religiosas, tomando gran importancia las congregaciones religiosas financiadas, en su gran mayoría, por la monarquía y la nobleza.
Ello trajo como consecuencia la construcción de numerosos conventos e iglesias renacentistas y barrocas. Pero a nivel urbanístico, el intento de pasar del medievalismo al clasicismo no se termina de llevar a cabo por las peculiares condiciones topográficas de la ciudad. Algunos espacios arquitectónicos característicos de esta época, que aparecen en la imagen de El Greco, son el Alcázar, la Puerta de Bisagra y el Hospital Tavera. El artista enfatizó además su característico estilo místico e incluyó en el cuadro una representación de la Virgen María con San Ildefonso, patrón de la ciudad. Por otro lado, el Río Tajo fue representado a la manera clásica, como la personificación de un Dios fluvial junto al plano urbano de la ciudad, que se muestra a la derecha del cuadro.
Estefanía Martín Raimundo