Esta obra de arte pertenece a Johannes Frederik Hulk, pintor del siglo XIX. En ella se describe una escena cotidiana en la ciudad de Ámsterdam, a finales del siglo XIX. Se pueden distinguir las labores propias de esta zona de la ciudad y un reflejo de lo que podría ser la vida diaria de este barrio de la capital de Holanda. El canal domina la escena y, alrededor de él, edificios majestuosos y construcciones típicas se levantan junto a grupos de personas realizando actividades diversas.
Una zona de puerto, en la que algunos barcos se encuentran atracados, ocupa una parte importante de la pintura. Un hombre descargando un barril, un funcionario vigilando la operación, algunas personas que interrumpen su paseo por los bordes del canal para observar la operación, un señor con bastón y un perro, y un niño, son personajes que tratan de reflejar la cotidianeidad, que mezcla la parte comercial y laboral con la parte lúdica del paseo. Mientras tanto, un grupo de mujeres lavan la ropa en el muelle, completando la serie de personajes que se reúne en la zona de desembarque.
Buhardillas, chimeneas, áticos. En uno de los edificios, en el piso bajo, una tienda. En otro más cercano, posiblemente un edificio religioso, con una hornacina y una estatua. Las construcciones guardan una estructura similar: grandes ventanales, tres o cuatro pisos en altura, luminosos, con muchas vistas sobre el acontecimiento más importante de la zona, el agua.
Al fondo, en el centro del cuadro, velada por la lejanía, la otra referencia importante de la ciudad, la catedral de St. Bavo, de la que se divisa la torre con los ornamentos propios del estilo gótico que la define. En la línea del horizonte, dando una sensación de profundidad a lo largo del canal, algunos edificios del mismo estilo que los descritos, y alguna otra iglesia muy lejana, que ayudan a plasmar la idea de una gran ciudad.
La ciudad de Ámsterdam tiene una estructura formada por el casco antiguo y un ensanche periférico. El casco antiguo tiene una morfología irregular, típica de las antiguas ciudades, debido a que tenían que crecer dentro del recinto amurallado. Sin embargo, en el ensanche podemos distinguir zonas más planificadas y regulares.
En el medio del cuadro, un puente, probablemente de madera, une los dos márgenes del Canal. Algunas personas paseando por el puente, otras observando el agua, o discutiendo de negocios. Un padre y un niño cruzando la pasarela, y un hombre montado a caballo a punto de cruzarla, le dan a la escena un aire costumbrista. Un puente similar más lejano orienta la perspectiva y permite la visión de una ciudad ordenada y bien estructurada, con zonas de paso regulares a ambos lados de la gran vía de agua, que cruza majestuosa.
Laura García Calvo