La imagen corresponde a un grabado realizado de la ciudad de Jaén, por el pintor flamenco Anton Van Den Wyngaerde en 1567, encargo de Felipe II para demostración y control de las grandezas de la monarquía de los Austrias. Esta obra forma parte de la colección Vistas de España compuesta por 62 vistas de pueblos y ciudades, ubicada actualmente en la Biblioteca Nacional de Viena (Austria).
En la amplia perspectiva urbanística y paisajística del Jaén del siglo XVI, destacan su enclave natural de gran riqueza forestal, los terrenos dedicados a la agricultura y su emplazamiento urbano estratégico en la ladera del cerro de Santa Catalina. Un gran cinturón amurallado encierra toda la extensión de la ciudad, en cuyo centro urbano se sitúa la plaza donde se levanta la catedral y se desarrollaba la vida comunitaria. En intramuros surgían las collaciones que daban nombre a los arrabales y en extramuros se desarrollaba la actividad agrícola y ganadera. Ciudad amurallada cuya morfología urbana muestra la influencia de la cultura islámica y cristiana. Presenta un plano irregular de origen árabe, con calles empinadas, debido a la topografía del entorno, estrechas y muchas de ellas sin salida. Sobre esta trama el crecimiento desordenado de la época cristiana desarrolla diversas reformas, algunas de ellas conducentes a regularizar dicha trama y abrir espacios como pequeñas plazas.
El grabado nos ofrece una leyenda poco legible que remarca elementos urbanos importantes, como por ejemplo la catedral, erigida sobre la antigua Mezquita Mayor, que es dibujada por el autor en proceso de construcción. Se muestra así la época de reforma urbanística que experimentaba Jaén por impulso del Condestable Iranzo, centrada en la reparación de torres y muros de la muralla y en una reestructuración urbana. Sus reformas consistieron en el allanamiento o aperturas de calles, plazas, que se convertirían en centro urbano y de ocio, para celebración de capeas, mercados y otros espectáculos públicos; en el derrumbamiento de murallas, para mejorar las comunicaciones; en el traslado de las insalubres carnicerías a extramuros de la Puerta Barrera y en el levantamiento de una treintena de molinos harineros, que fueron sustituidos por aceiteras que subsistieron hasta el siglo XX. Destaca el recinto amurallado con sus numerosas puertas, torres y postigos. Estos últimos abiertos de forma ilegal por los vecinos, para eludir impuestos o acceder fácilmente a sus propiedades.
Un elemento urbanístico singular representado es la aportación propia del pintor de dibujar numerosas torrecillas en la ladera occidental. Crea un contorno completo de muralla que rodeaba toda la ciudad, lo cual no coincide con la realidad. Muralla que culminaba en la construcción defensiva de lo alto del cerro, compuesta por tres fortalezas, de las cuales sólo se conserva el Alcázar Nuevo, actual Castillo de Santa Catalina; y sobre las otras dos, se encuentra el actual Parador Nacional de Jaén.
Sofía García Espinar