CÓRDOBA (Alfred Guesdon, 1860)
Este grabado es una imagen de Córdoba en 1860, tomada “a vuelo de pájaro”, que pertenece al arquitecto, litógrafo y viajero francés Alfred Guesdon. Forma parte de una serie de vistas aéreas de 16 ciudades de España, que realizó el autor gracias a un globo aerostático y un fotógrafo. La imagen está publicada en la exposición permanente “Los molinos del río”, que se encuentra ubicada en Córdoba desde el pasado mes de marzo.
Córdoba está emplazada a orillas del río Guadalquivir, rodeada al norte por Sierra Morena y al sur por la campiña. La situación privilegiada en la que se encuentra ha hecho que esta ciudad haya acogido a numerosos pueblos y culturas desde la Edad de los Metales.
La imagen que ofrece la ciudad a mitad siglo XIX es la de una urbe en plena decadencia, encerrada dentro de su recinto amurallado (como se aprecia en la imagen) y sin apenas expansión urbana fuera del mismo, debido al estancamiento demográfico existente desde finales del siglo XVI. Tan sólo existía un arrabal, de carácter residencial, fuera de las murallas, el Campo de la Verdad, que se distingue a la derecha de la imagen.
La población era mayoritariamente agrícola, con una fuerte implantación artesanal, una débil industria moderna, escaso comercio y un alto porcentaje de sirvientes. El limitado comercio que existía se encontraba situado en las inmediaciones de la plaza de la Corredera (a la derecha del grabado). Esta plaza ha sido utilizada durante el paso del tiempo para numerosos fines, entre los que destacan las corridas de toros, hasta que en 1846 se construyó la plaza de toros de los Tejares.
El casco histórico que vemos reflejado comenzó a configurarse durante los siglos XIII-XV, a partir de la reconquista de la ciudad llevada a cabo por el rey Fernando III, cuando los cristianos adaptaron la herencia urbana recibida de época islámica. Se puede apreciar un trazado viario irregular, puramente morisco, caracterizado por calles sinuosas y angostas y fachadas encaladas.
La huella romana está igualmente presente: la muralla que delimita toda la urbe y el Puente Romano es parte del legado que dejaron en los primeros siglos de nuestra era. Este puente fue un importante medio de transporte y comunicación con el exterior desde la zona sur de la península Ibérica. Asimismo, en la imagen podemos advertir algunas puertas (de las trece construidas), como la puerta del Puente, al extremo norte del puente, y la puerta del Colodro, al fondo de la imagen. Este grabado uno de los pocos testimonios gráficos en los que aparece este último monumento.
Durante el esplendor de la Córdoba islámica la ciudad llegó a alcanzar el medio millón de habitantes y fue cuando se construyó el monumento más significativo de la ciudad. Destaca en la imagen por su belleza arquitectónica y su trascendente historia la Mezquita cordobesa, actual Catedral cristiana. Es el monumento islámico más importante de Occidente. Otra muestra de esta época de apogeo la encontramos a lo largo del cauce del río Guadalquivir: son los molinos hidráulicos, de los que aún hoy en día quedan restos. A la orilla derecha del Guadalquivir aparece la torre de la Calahorra, una construcción también de origen islámico, construida para proteger el Puente Romano.
En la parte inferior izquierda se distingue el Alcázar de los Reyes Cristianos, un edificio de carácter militar erigido sobre restos romanos y visigodos, que sirvió de residencia a los Reyes Católicos durante ocho años. Junto al Alcázar destaca el emblemático edificio de las Caballerizas Reales, construido para albergar una nueva raza de caballos.
Durante la Reconquista cristiana se crearon 14 parroquias, entre la que destaca la de San Nicolás (detrás de la Mezquita-Catedral) por su alta torre de aspecto militar. Las parroquias no sólo dirigían la vida espiritual de sus feligreses, sino que eran los centros vertebradores de la vida de la ciudad. Posteriomente, a finales del siglo XVIII se construyó la iglesia del colegio Santa Victoria, un edificio de grandes dimensiones que aparece en la imagen entre la Mezquita-Catedral y la plaza de la Corredera.
En pleno siglo XIX la vida de la ciudad estaba marcada por las diferencias y tensiones propias de una sociedad fuertemente estratificada. La falta de dinamismo hizo de Córdoba una ciudad sin crecimiento extramuros hasta la llegada del ferrocarril en 1859, que impulsó el derribo de las murallas para satisfacer las comunicaciones y una cierta demanda de suelo fabril, dando paso de esta forma a una nueva ciudad industrial.
María Dolores Merino Serrano