La siguiente ilustración es un dibujo de Anton Van den Wyngaerde realizado en el año 1565, que representa a la ciudad de Burgos. Burgos desde sus orígenes ha sido la ciudad más importante del reino de Castilla por ser ser su centro administrativo y por su rico patrimonio histórico y cultural.
La ciudad fue fundada por el conde Diego Rodríguez Porcelos en el año 884 a petición de Alfonso III con el objetivo de frenar la marcha musulmana, convirtiéndose de esta manera en un castillo amurallado con características militares y destinado a varios fines, entre ellos el defensivo. Desde mediados del siglo XIII, experimentó un destacado ascenso en cuanto a factores sociales, económicos y culturales, contaba con un comercio bastante desarrollado, sobre todo de lana, y llegó a su máxima riqueza a principios del siglo XVI, cuando los Reyes Católicos otorgaron a la ciudad el monopolio para todo el comercio de las lanas castellanas.
Gracias a su excelente ubicación intermedia entre los puertos del norte y los centros productores, y a su relevante situación en del Camino de Santiago, Burgos pasó de ser una ciudad agrícola a convertirse en una potente y rica región potenciando su actividad mercantil en la industria textil, guiada principalmente por la Universidad de Mercaderes y el Consulado del Mar. Su comercio se dirigió de esta forma, a todas las comarcas españolas, al igual que a otras ciudades del extranjero en especial, al condado de Flandes y a Inglaterra. En La década de los 50 del siglo XVI, la balanza comercial de la lana tocó su fin, puesto que se abrieron otros mercados comerciales con multitud de nuevos productos que provenían del nuevo continente americano y cuyo destino era el puerto de Sevilla. Esto provocó que muchos artistas y mercaderes burgaleses fijaran sus residencias y fondos en la ciudad andaluza.
Burgos está situada a los pies de una fortaleza, que se encuentra en lo alto del cerro de San Miguel, y estaba cercada por una muralla exterior con el fin de preservar el centro. Desde el castillo se observaba el resto de la ciudad y la llanura del río Arlanzón sobre el cual, cruzaban diversos puentes como el de San Pablo, Malatos o Santa María, y que la dividía en dos partes. Las enormes obras realizadas para su ampliación y decoración, entre finales del siglo XV e inicios del XVI otorgaron a la ciudad su aspecto característico. La ciudad estaba acordonada por doce puertas y 93 torres a lo largo de una muralla de gran altura y por dónde se accedía a su interior con la intención de, proteger a la nobleza, el control fiscal y recaudar impuestos.
En relación a, su configuración urbana la población iba dejando libre los cerros para instalarse a orillas del río y usar su pradera como lugar comercial y religioso también, comenzaron a producirse importantes transformaciones en los barrios de la Mezquita, las Canales o Manzanillo, en los cuales se levantaron y rehabilitaron edificios emblemáticos como la Casa del Cordón, Casa Miranda o el palacio de Castilfalé además de, una gran variedad de viviendas y manzanas. En el centro de la misma se hallaban los monumentos de más interés cultural y religioso, como es el caso de La Catedral de Burgos o las iglesias de San Nicolás de Bari y San Lesmes Abad, del mismo modo que las áreas mercantiles más relevantes como el Mercado de las Llanas o las Plazas del Mercado Mayor que tenía forma trapezoidal, a la vez que soportales y Mercado Menor, la cual, aparte de contar con porches estaba divida en dos sectores: la parte que comunicaba con la anterior y la zona en dónde se encontraban la mayoría de las residencias nobiliarias separándose así, de las juderías, los barrios humildes y los arrabales formados en los extramuros como el de San Juan o Las Huelgas, los cuales, estaban dotados de enormes huertas por otro lado, su plano urbano era irregular con calles estrechas y trazados sinuosos que dificultaban la conexión entre las distintas áreas de la ciudad lo que originaba una planificación muy desordenada.
En esta época, la ciudad llegó a tener 25.000 habitantes por consiguiente, se expandió hacia el otro lado del río y las vías, de la misma forma que comenzaron a alzarse y modificarse diversos monasterios y conventos tal es el caso del Convento de la Merced, Santa Clara o el Hospital de la Concepción que fueron configurando este espacio provocando de esta manera, el aislamiento físico y socioeconómico con el resto de la ciudad.
Roberto Bravo Rodríguez