Este plano de Pamplona analizado fue realizado por Nicolas de Fer (1646-1720) en 1719. Nicolas de Fer, geógrafo del Rey de Francia, cartógrafo, editor y grabador francés, se hizo cargo de la empresa iniciada por su padre Antoine De Fer, comerciante de grabados y mapas, publicando cientos de planos y mapas, además de compilaciones en diversos atlas.
Pamplona aparece aquí como una ciudad preindustrial, una ciudad fortaleza emplazada en una terraza sobre el río Arga, hacia el norte de la cuenca que lleva su nombre. Su situación con relación al entorno geográfico vino definida por razones de tipo político, económico y estratégico-militar, al estar situada en una importante ruta hacia Francia y en la ruta de Roncesvalles del Camino de Santiago. El
emplazamiento o espacio concreto sobre el que se asienta era fundamentalmente defensivo, claramente adaptado a la topografía, para así dominar la cuenca que le rodea y facilitar su defensa, siendo necesaria la construcción de un único tramo de muralla. La ciudad se asoma por un talud de gran pendiente, y estaba rodeada, en su origen, por tierras de cultivo.
Lo más destacable de la Pamplona medieval es su configuración en tres burgos o núcleos urbanos, Navarrería, Burgo de San Cernin y Población de San Nicolás, con sus murallas, torres y portales independientes. El núcleo primitivo era la Navarrería, en torno a la catedral, con una estructura reticular en planta de cruz, y poblado por vascones labradores y por servidores de la catedral; se configuró como ciudad episcopal. A mediados del siglo XI, al ser Pamplona una escala importante del Camino de Santiago, se asentaron en la ciudad, fundando el Burgo de San Cernin (con forma de hexágono irregular), comerciantes y artesanos franceses. La ciudad se expandió al sur de este burgo
en la llamada Población de San Nicolás, con trazado de planta rectangular al modo de las bastidas francesas, una calle mayor central orientada de noreste a suroeste, iglesia y belena perpendicular, con una mezcla heterogénea de habitantes, franceses y campesinos autóctonos, y sometido al poder episcopal.
Los tres burgos eran recintos fortificados aislados, con sus propios portales y murallas, cuyo centro vital eran las iglesias, que además desempeñaban un importante papel defensivo. Las contiendas entre ellos se sucedieron en la llamada “tierra de nadie”, hasta que se produjo la unificación de los burgos en una sola ciudad en 1423, con una única autoridad municipal e instituciones comunes, y se derribaron las murallas que aislaban y protegían cada una de las poblaciones. Pamplona se convierte así en una plaza militar, en un rectángulo amurallado de trazado irregular, y se edificaron las zonas correspondientes a los fosos de separación entre los tres burgos, construyendo en su confluencia edificios dotacionales como el ayuntamiento o la alhóndiga para cereales, así como las plazas más importantes.
La Plaza del Castillo, centro neurálgico de Pamplona, se construyó al estilo de las de la Edad Moderna, en 1545, rectangular, con arcadas, y para uso público: en ella se celebraban las corridas de toros antes de construirse una plaza fija. A finales del siglo XV se construye y/o reconstruye el recinto amurallado externo común. Con la anexión a Castilla en 1512, Pamplona se convierte en un enclave estratégico para impedir una posible invasión francesa, por lo que, en 1571, Felipe II ordena edificar la Ciudadela, siguiendo el modelo de la arquitectura militar renacentista de Amberes y Turín, con forma pentagonal (estrella de cinco puntas, cinco baluartes), así como reconstruir y perfeccionar las murallas, uniéndolas con las antiguas del lado norte, y construyendo baluartes, bastiones, contraguardias, medias lunas, revellines y fuertes, lo que provocó que la ciudad únicamente pudiera desarrollarse en vertical. Así fue hasta la demolición de dos baluartes de la Ciudadela, para edificar el Primer Ensanche (1888), todavía dentro del recinto, y el derribo de la parte sur de la muralla, para dar lugar al Segundo Ensanche (1925), lo que facilitó su expansión definitiva.
En el siglo XVIII, cuando fue realizado este plano, Pamplona era al mismo tiempo una importante plaza militar, por su cercanía a Francia, y una ciudad conventual. Además de la catedral y las cuatro antiguas parroquias, existían gran cantidad de conventos en toda la ciudad, algunos de los cuales cambiaron de emplazamiento por la renovación de sus edificios. Otras construcciones religiosas eran las basílicas y las ermitas, lugares de romerías, unas dentro de las murallas y otras extramuros. Existían además edificios dedicados a la beneficencia para recoger mendigos y vagabundos de origen navarro (Hospital General de la Misericordia) o para niños huérfanos (Casa de los Niños de la Doctrina), además de otros hospitales ligados a instituciones religiosas.
Pamplona era además capital del Reino de Navarra, con instituciones propias, por tanto, una ciudad administrativa cabeza de un obispado: disponía de edificios civiles para sus órganos de gobierno, como el Palacio del Virrey, el Palacio Episcopal, la sede del Consejo Real, la Cámara de Comptos o la Real Corte, además del Ayuntamiento y de las cárceles reales. Así, existía un gran número de religiosos dedicados a la labor pastoral, la oración, la educación y la sanidad, además de una cantidad considerable de funcionarios. En el estado llano también abundaban los agricultores, artesanos (tejedores, cordeleros, alpargateros, hojalateros, cerrajeros, carpinteros, zapateros), industriales (molineros, cereros), militares de baja graduación, personas dedicadas a la hostelería y al servicio doméstico y, sobre todo, comerciantes y hombres de negocios, siendo la capital sede de una importante feria anual, por su situación geográfica y su sistema aduanero.
La población se mantuvo estable en número desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, y se distribuía en casas de viviendas intramuros en torno a las parroquias, además de algunos hornos y molinos en las tierras circundantes. A finales del siglo XVIII, Pamplona contaba con 1632 casas, divididas en veinte barrios, 2812 vecinos y 14054 almas, tal como se decía. La mayoría de habitantes vivían alquilados, puesto que las casas eran propiedad de nobles y burgueses o de instituciones religiosas, que invertían en bienes inmuebles. Se alquilaban las viviendas por pisos o por habitaciones, mezclándose así los habitantes de diferentes profesiones y extractos sociales (nobles, burgueses, funcionarios, comerciantes o artesanos).
En el siglo XVIII se fueron sustituyendo las viejas casas medievales y del siglo XVI por nuevas casas de cuatro, cinco y hasta seis alturas, con balcones a la calle, más sanas y ventiladas. En esta época no se modificó la estructura urbana pero sí la morfología, convirtiéndose en una ciudad moderna con la llegada del alcantarillado, el agua corriente, las fuentes y el alumbrado público. Las calles eran más rectas y despejadas, y se pavimentaron con empedrado y losas para las aceras.
Y en lo referente a la vida cotidiana, se celebraban frecuentemente fiestas tanto religiosas como profanas (cortejos, desfiles, procesiones, teatros, máscaras, corridas de toros), por las que la ciudad se engalanaba; se erigían arcos triunfales, típicos de la época barroca, y se conmemoraban los acontecimientos relacionados con la familia real (visitas, matrimonios, nacimientos). Había además jardines como la Taconera y plazas como la Plaza del Castillo o la Plaza de la Fruta, que eran muyconcurridos como lugares de esparcimiento.
Eva María García Cabañas